INTRODUCCIÓN

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La agricultura protegida en nuestro país ha tenido un crecimiento prácticamente exponencial, debido al afán de los agricultores y empresarios por lograr mayor nivel de producción y rentabilidad en sus actividades productivas, así como a los apoyos gubernamentales orientados a la producción bajo cubierta.

En el año 2011, conforme al padrón nacional realizado por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), en México existían 11,414 unidades productivas bajo cubierta (invernaderos, macro túneles y casa malla) con una superficie total de 16,961 hectáreas, distribuidas  conforme al cuadro 1 y figura 1.

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Como se observa en el cuadro 1, el 75% de la superficie corresponde a 523 unidades productivas mayores a 5 ha, que representan el 4.6% del total. En cambio, el 80% son menores a 0.5 ha.

Esta distribución de las unidades productivas bajo cubierta, permite inferir, entre otros aspectos, que esa gran mayoría corresponde a productores que históricamente se dedicaron a sembrar cultivos básicos (maíz, sorgo, frijol, entre otros) y la mayor parte bajo condiciones de temporal, lo que representa un importante salto tecnológico para producir hortalizas en sistema protegido. Es decir, pasar de una agricultura tradicional a una especializada.

Ante la expectativa de mejorar la rentabilidad de sus actividades productivas, los agricultores gestionan y obtienen apoyos de gobierno para la construcción de un invernadero, sin embargo, la infraestructura por sí misma no produce, y ante el desconocimiento del sistema es fundamental que el productor disponga del acompañamiento de un asistente técnico especializado, no solo para el aspecto productivo, sino en cuanto a la ubicación y diseño agronómico de la estructura, en relación a la demanda del mercado y en cuanto a los sistemas-producto que pueden resultar más rentables. Sin embargo, esta asesoría no ha sido del todo posible, en la mayoría de los casos, por tres causas principales:

     • Las empresas con superficies mayores a 5 ha, cuentan en su plantilla de recursos humanos con personal debidamente capacitado en procesos de producción, manejo pos cosecha, administración y comercialización; aspectos que difícilmente podrían contratar los productores con superficies menores a 1 ha.
• No hay suficientes asistentes técnicos especializados en agricultura protegida.
• Falta de cultura en el productor para el pago de la asistencia técnica y la capacitación. Es capaz de invertir una cantidad importante en la construcción del invernadero, pero pagar $ 10,000.00 en capacitación ya no lo acepta fácilmente. Ven la capacitación como un gasto y no como una inversión indispensable.

Gran parte de las empresas proveedoras de invernaderos disponen de prototipos que no necesariamente se adecuan a las condiciones ambientales de una determinada región y/o del sistema-producto por establecer y pueden resultar más costosos que la estructura idónea para dichas condiciones. En un proceso de verificación realizado a los apoyos otorgados por la SAGARPA, a través del PROAP en los años 2011 y 2012 por técnicos del Centro Regional de Servicios Integrales para la Agricultura Protegida (CRESIAP), se encontraron invernaderos de hasta 11 metros de altura en zonas muy frías de Durango y Puebla e invernaderos de 5 m de altura en zonas costeras. Incluso se instaló un invernadero con calefacción en Yucatán. Todo ello derivado del desconocimiento del productor y de que la prioridad de algunos proveedores de invernaderos es la venta, sin importar las repercusiones productivas y económicas, así como de que no se genere tecnología local. En este sentido, los productores de Xochimilco resaltan el apoyo que tuvieron por parte de la Facultad de Arquitectura de la UNAM para el diseño y construcción de estructuras adecuadas a su localidad para la producción de flor, lo que se ha traducido en el establecimiento de 200 ha dedicadas a este sistema-producto, con el diseño realizado por los arquitectos. Este es un ejemplo de la importancia de diseñar y aplicar tecnología local.

En nuestro país son muy escasos los agricultores que manejan su actividad productiva con criterio empresarial. La mayoría no sabe realmente cuánto le cuesta producir un kilo o tonelada de su producto. Los pocos que llevan un registro de sus costos de producción, no incluyen aspectos como la amortización de maquinaria o equipo de riego, ni lo que implica su propio trabajo o el vehículo en el que lo realizan. Muchas personas a quienes se les está construyendo un invernadero, preguntan: ¿Qué me recomienda producir? Se invierten cantidades importantes en un invernadero sin tener definido qué sembrar. Si en la agricultura a cielo abierto es necesario planear el proceso productivo, en la agricultura bajo cubierta esto es esencial, por el nivel de inversión, las exigencias del mercado, el volumen de agua demandado, la ubicación y diseño del invernadero, los aspectos fitosanitarios y de inocuidad y otros más.

Por todo lo anterior y con el propósito de contribuir al mejor aprovechamiento de la infraestructura establecida y la capacitación de quienes se dedican a esta actividad, el CRESIAP, con la participación de especialistas en cada tema, elaboró este Manual Básico para la Agricultura Protegida considerando los principales cultivos bajo cubierta y orientado principalmente a los productores que no disponen del servicio de asistencia técnica especializada. De igual manera podrá ser un documento de consulta para los profesionistas de la Agronomía que se han desempeñado en la producción a cielo abierto y que desean incursionar en la agricultura protegida.

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